Los mejores banqueros, Los Templarios

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Hacia 1150 los caballeros Templarios inventaron un eficaz sistema para proteger a los viajeros cristianos de los salteadores de caminos que les robaban todo el dinero u objetos de valor que portaban en sus viajes.

Se les ocurrió que si los peregrinos viajaban sin dinero y sin ningún objeto valioso, los salteadores no les atacarían al no poseer nada que les interesara.

Para ello idearon que antes de emprender el viaje la gente depositaba cuanto tuviera de valor, incluyendo títulos de propiedad, en cajas fuertes que custodiaban los Templarios. A cambio los caballeros les entregaban una carta que contenía un código cifrado.

Cuando el viajero necesitaba dinero durante su viaje, se dirigía a la encomienda Templaria más cercana y allí presentando la carta que le fue proporcionada a su inicio del viaje, recibían la cantidad que solicitasen en efectivo y se les daba un nuevo código que era escrito en la carta original.

A su regreso, todos recogían sus pertenencias presentando su carta o pagaban su factura. De ese modo, el único método para que se les robara sus pertenencias o el dinero era descifrar el código, algo prácticamente imposible. El sistema empleado por los Caballeros Templarios fue, por tanto, una especie de tarjeta de crédito. 

El gran número de encomiendas y casas de las que disponían los Templarios, les proporcionaba prácticamente pago en cualquier parte de los reinos cristianos y así las encomiendas y casas pertenecientes a los Templarios inspiraban aún más confianza que los monasterios y abadías, que eran por lo general respetados por los ladrones. Poe eso las personas que les confiaban sus bienes estaban seguras de que les serían devueltos a su vuelta.

Aunque algunas veces tambien fueron robados como por ejemplo se sabe que: En 1263, el joven príncipe Eduardo, sin dinero, forzó las arcas del Temple y se apoderó de diez mil libras, en 1307, Eduardo II robó también al Temple cincuenta mil libras de plata, joyas y piedras preciosas.

La gente dejaba en depósito en el Temple también sus joyas, así como objetos preciosos, incluso títulos de renta o de propiedades. En ocasiones, los depósitos servían de garantía a préstamos solicitados por los particulares. Los templarios practicaban, en efecto, el préstamo con prenda y el préstamo hipotecario. Desempeñaban asimismo funciones de notarios, conservando actas y sirviendo de ejecutores testamentarios.

Como banqueros, llevaban las cuentas corrientes de los particulares que les confiaban su dinero, que podían retirarlo, hacer que efectuaran pagos en su nombre o encargar a los templarios que realizaran cobros. Cada cierto tiempo, se procedía a una liquidación de cuentas. Se volvía a comenzar entonces a partir del saldo resultante del período anterior. En general, salvo algún motivo especial, la Orden del Temple cerraba cuentas tres veces al año: en la Ascensión, en Todos los Santos y en la Candelaria.

Cada vez se fue extendiendo más este tipo de negocio. Incluso los príncipes estaban convencidos de que sus joyas, dinero y bienes estarían allí mejor protegidos que en cualquier otro lugar.

El rey de Inglaterra Juan sin Tierra y su sucesor Enrique III colocaron su tesoro en el Temple de Londres, y el rey de Francia en el de París. En el siglo XIII tanto el humilde como el poderoso recurría a la Orden para esas cuestiones.

La Orden del Temple ofrecía servicios parecidos a los de cualquier banco actual: transferencias, pagarés, cheques, los valores en custodia, préstamos, letras de cambio, contabilidad bancaria. Todo se hacía respetando las disposiciones eclesiásticas sobre el préstamo con interés y la usura. Para esquivar estas disposiciones, los Templarios no cobraban intereses, sino rentas o alquileres. Y no les interesaban sólo los grandes clientes, sino que también prestaban sumas pequeñas a genten sin recursos o con pocos recuerso. En estos casos les pedian el aval de una persona totalmente solvente (el aval actual). 

Los Templarios inventaron también la Claúsula Penal: si la suma prestada no se devolvía el día establecido, se cobraba un suplemento como multa. 

En cualquier caso, la Iglesia solía hacer la vista gorda ante sus negocios.

En 1139 Inocencio III publicó una bula que les concedía una serie de privilegios: se les permitía la libre circulación entre paises, exentos de pagabar los impuestos y se les daba máxima autoridad solo por encima de ellos estaban los Papas.

La exención de pagar impuestos y diezmos en cualquier Estado del mundo, ayudó a que la Orden acumulase una considerable riqueza. Su privilegiada situación estratégica también les permitió comerciar con Oriente, llegando incluso a disponer de su propia flota de barcos que les permitía transportar sus bienes y sus tropas a Tierra Santa.

 A principios del siglo XIV habían llegado a ser el banco más importante del mundo.

Se cree que precisamente su manejo del dinero, las deudas que con ellos contrajeron reyes y nobles, y las falsas acusaciones, acabaron con su orden y con su legado. Aunque también circula la leyenda que nunca aparecio el gran tesoro templario.

Iniciación e ingreso en la Orden Templaria

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Para la recepción de los caballeros se observaban unas formalidades muy particulares. El cap. LVIII de la regla decía que cuando algún caballero, queriendo huir o renunciar el mundo, desease entrar en la milicia del Templo, no fuese admitido enseguida, sino que, siguiendo el consejo de San Pablo, se probase antes si el espíritu era de Dios.

Justificado éste, se accedía en cierta manera a su petición y se le leía la regla, y entonces era cuando el maestre y los demás hermanos determinaban si habían de recibirle o no en la Orden. Admitido ya, y cumplido el término de las demás pruebas preparatorias, se señalaba día para su solemne recepción.

Asi que se procedia a un examen completo de los recien llegados ante el Tribunal de los Doce Hermanos Mayores, leyendose anteriormente las Reglas. El escenario habitualmente era la una Iglesia de la Orden, con las velas encendidas al ser de noche.

El candidato aguardaba en una sala contigua. Llevaba una túnica blanca, su cabello siempre estaba al descubierto, aunque llevaba una especie de semi-velo del mismo color, y aparecia completamente desarmado, sin capa y sin espada. Estaba acompañado de su padrino.

En un momento dado, iban a buscarle los dos Caballeros de mas edad para formularle dos preguntas: ”

  • ¿Como os llamais?
  • ¿Que intenciones os han traido hasta nosotros, cuando sabeis que vais a someteros en esta milicia a duros trabajos, a combates que pueden arrebataros la vida y, a la vez, os vereis obligados a mantener una existencia en la que no podreis gozar de ninguno de los placeres del mundo exterior?”

Después de sus  respuestas afirmativas, era introducido con ciertas ceremonias en la iglesia. Arrodillado entonces en medio del Tribunal de los Doce Hermanos Mayores y a los pies del gran maestre pedía por tres veces «el pan y el agua y la sociedad de la Orden«. El jefe le decía en seguida: «Caballero, vais a contraer grandes obligaciones; tendréis que sufrir muchos y dilatados trabajos, y habréis de exponeros a peligros eminentes. Será preciso velar cuando quisierais dormir; soportar la fatiga cuando desearíais descansar; sufrir la sed y el hambre en ocasiones que ansiaríais comer y beber; pasar a un país cuando os placiera quedar en otro«.

Despúes de esto se le hacian las siguiente preguntas:

  • ¿Estais dispuesto durante todos los dias de vuestra vida, desde hoy en adelante, a convertiros en servidor y esclavo de la Orden?
  • ¿Os hallais dispuesto a renunciar a vuestra voluntad para siempre, obedeciendo todo lo que vuestro comandante disponga en todo momento?”

El recien iniciado debia responder: “Si Señor; Si Dios me lo permite”.

Llegados a este punto, el candidato debia ser llevado fuera de la Iglesia. Acto seguido el Maestre se adelantaba, ponia las manos sobre los Evangelios y con voz firme se dirigia al Capitulo con estas palabras:

“En el caso que alguno de vosotros conociera una o varias causas por las que este hombre no mereciera ser un hermano nuestro que lo declare ahora mismo, por que sera mejor escucharlo ahora que no cuando el aspirante vuelva a encontrarse ante nuestra presencia…

¿Deseais que le hagamos regresar en el nombre de Dios?….”
Normalmente respondian: ” Que regrese en el nombre de Dios.”

Y una vez el candidato volvia a encontrarse ante el Capitulo de la Orden, hacia publica renuncia a su vida anterior y aceptaba convertirse en un esclavo de la Orden. Acto seguido el Maestre le hacia varias preguntas que concernian a su condición militar, a su estado social, a su salud, si tenia deudas o le movian otros intereses.

Como lo normal es que todas las respuestas fuesen afirmativas, se le obligaba a hacer sus votos de esta manera:

” Hermano, oid con atencion lo que vamos a deciros ¿Prometeis a Dios y a Nuestra Señora que desde hoy mismo hasta el final de vuestros dias cumplireis las ordenes del Maestre del Temple y de los Comandantes que sean vuestros superiores? ¿Prometeis a Dios y a la Señora Santa Maria que siempre de una forma absoluta y sin ninguna concesion, mantendreis permanentemente vuestra castidad? ¿Que vivireis sin que nada os pertenezca? ¿Que os encontrareis en condiciones de seguir y respetar las buenas maneras y costumbres de nuestra casa? ¿Que estais dispuesto a ayudar a la conquista de acuerdo a la fuerza y el poder que Dios os haya dado, de la Tierra Santa de Jerusalen? ¿Que nunca abandonareis nuestra Orden ni por una causa fuerte o debil, ni por un motivo peor o mejor? ”

Nada mas escuchar estas nuevas afirmaciones el candidato ya era admitido en la Orden del Temple. Se le recordaba que solo tendria derecho a pan y agua, a un pobre ropaje, a una cama muy sencilla, a vivir casi en la miseria y a realizar unos duros trabajos.

Por ultimo se le entregaba el manto de los Templarios, una cruz y una espada. Una vez los habia recogido, el Maestre y el Capellan le daban el beso de la Fraternidad y se rezaba el Himno que era comun en casi todas las Ordenes Religiosas.

Cuando el aspirante había respondido de una manera satisfactoria, pronunciaba los tres votos de pobreza, castidad y obediencia en manos del gran maestre, consagrándose al mismo tiempo a la defensa de la tierra santa. Recibía en seguida el manto de la Orden con la cruz y la espada, y los caballeros que habían asistido a la ceremonia le daban el abrazo o acolade y el beso de fraternidad, con cuyas ceremonias quedaba recibido templario.

De esta manera se daba por concluida la ceremonia de ingreso del candidato, que ya pasaba a ser un Templario con todos los derechos y obligaciones que los demas. Por logica debia de atenerse a un corto periodo de aprendizaje y de adaptacion a su nueva vida. Nunca se le dejaba solo, y a su lado iba el mejor profesor.

Según la Regla LXII, no se admitia aningún muchacho que no pudiera echar varonilmente a los enemigos de Cristo de la tierra santa.

1128. Reconocimiento de la Orden – Concilio de Troyes

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El Concilio de Troyes fue un concilio de la Iglesia Católica, que se convocó en la ciudad francesa de Troyes el 13 de enero de 1128, con el principal objeto de reconocer oficialmente a la Orden del Temple.

En el otoño de 1127, Hugo de Payns pretendió que fuera reconocida la orden que había fundado, la cual atravesaba una crisis de crecimiento, deseando favorecer su extensión en el Occidente cristiano.

Partió para Roma con cinco compañeros (entre ellos Godofredo de Saint-Omer) a fin de solicitar del papa Honorio II un reconocimiento oficial.

Para que les resulte más fácil que el Papa convoque el concilio, El rey Balduino de Jerusalén envía un mensaje a Bernardo de Claraval, quien tenía una buena relación con el Santo Padre, solicitándole que favoreciera al primer Gran Maestre de la Orden ante la iglesia. Antes estas peticiones la del Rey Balduino por un lado, la de Bernardo de Claraval y la propia de Hugo de Payns, el Papa aceptó convocar un concilio en Troyes que debatiera el asunto.

En dicho concilio estuvieron presentes: el cardenal Mateo de Albano, que preside el concilio como legado del Papa; el arzobispo de Reims y el de Sens con sus obispos sufragáneos; diez obispos en total; Siete abades cistercienses de las abadías de Vézelay, Cîteaux, Clairvaux (que en este caso era San Bernardo de Claraval), Pontigny, Troisfontaines y Molesmes y hasta el propio Abad principal del Cister, Esteban Harding; y algunos personajes laicos entre los que destacan Teobaldo II de Champaña, conde de Campaña; André de Baudemont, el senescal de Champaña, el conde de Nevers y una gran cantidad de clérigos Cistercienses, los cuales impulsaron las ideas reformistas y sin su presencia, que fue altamente positiva, igual no se hubiera podido aprobar su Regla de vida.

 Hugo de Payns relató en este concilio los humildes comienzos de su obra, que en ese momento sólo contaba con nueve caballeros, y puso de manifiesto la urgente necesidad de crear una milicia capaz de proteger a los cruzados y, sobre todo, a los peregrinos a Tierra Santa, y solicitó que el concilio deliberara sobre la constitución que habría que dar a dicha Orden. Gracias a esta exposición y sobre todo a las muchas influencias con las que contaba Bernardo de Claraval, a pesar de que hubo muchas discusiones, el hecho de saber exponer con mucho acierto las ideas principales y los primeros actos realizados por los Caballeros Templarios, y también saber responder a todas las preguntas que le hicieron, hizo que al final después de varias semanas de deliberaciones, la Orden de los Caballeros Templarios fuera aprobada oficialmente, y nombrado su primer Gran Maestre de la Orden: Hugo de Payns. Asi mismo se solicito ayuda y colaboración para esta nueva Orden de todos los nobles y príncipes que estuvieron presentes en el concilio.

Se encargó a San Bernardo, abad de Claraval, y a un clérigo llamado Jean Michel la redacción de una regla durante la sesión, que fue leída y aprobada por los miembros del concilio.

La regla del Temple es, pues, una regla cisterciense, que contiene grandes analogías con la regla de Cîteaux; no podía ser de otra forma, ya que su inspirador había sido San Bernardo de Claraval. Los Caballeros Templarios, como monjes de pleno derecho, debieron pronunciar los votos de pobreza, castidad y de obediencia, añadiéndoseles un cuarto voto, por el cual se comprometían a la conquista y la conservación de Tierra Santa, llegando a dar la vida si fuese necesario.

También se les impuso el manto blanco como prenda oficial y más tarde el Papa Eugenio III les agregó una cruz de Malta, alrededor de 1147.

La Orden del Temple fue creada y dotada de la regla del «monje soldado»: sencillez, pobreza, castidad y oración. La Orden tuvo varios nombres: la «milicia de los Pobres Caballeros de Cristo», los «Caballeros de la Ciudad Santa», los «Caballeros del Templo de Salomón de Jerusalén», la «Santa Milicia jerosolimitana del Templo de Salomón». Con el tiempo el nombre más común fue el de «Templarios».

Grandes Maestres de la Orden de los Templarios

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Como casi todo lo relacionado con los Caballeros Templarios y su entorno, hay ciertas controversias, y dependiendo del autor al que recurramos atribuyen unas fechas u otras al mandato de cada uno de los Grandes Maestres de la Orden.

  1. Hugo de Payns (1118 a 24 de Mayo 1136)
  2. Robert de Craon (Junio 1136 a 13 de Enero de 1147)
  3. Evrard des Barrès (1147 a 1151)
  4. Bernard de Tremelay (1151 a 16 de Agosto de 1153)
  5. André de Montbard (16 de Agosto de 1153 a 17 de Enero de 1156)
  6. Bertrand de Blanchefort (1156 a 2 de Enero de 1169)
  7. Philippe de Milly (1169 a 3 de Abril 1171)
  8. Eudes de Saint-Amand (1171 a 19 de Octubre 1179)
  9. Arnaldo de Torroja (1179 a 30 de Septiembre de 1184)
  10. Gérard de Ridefort (1184 a 4 de Octubre 1189)
  11. Robert de Sablé (1189 a 13 de Enero de 1193)
  12. Gilbert Hérail (Febrero de 1193 a 20 de Diciembre de 1200)
  13. Phillipe de Plaissis (1201 a 12 de Noviembre de 1209)
  14. Guillaume de Chartres (1210 a Febrero 1219)
  15. Pedro de Montaigú (1219 a 28 de Enero de 1232)
  16. Armand de Périgord (1232 a Octubre de 1244)
  17. Richard de Bures (1244 a 1247)
  18. Guillaume de Sonnac (1247 a 11 de Febrero de 1250)
  19. Renaud de Vichiers (1250 a 20 de Enero de 1256)
  20. Thomas Bérard (1256 a 25 de Mayo de 1273)
  21. Guillaume de Beaujeu (Mayo de 1273 a 18 de Mayo de 1291)
  22. Thibaud Gaudin (Agosto de 1291 a 16 de Abril de 1292)
  23. Jacques de Molay (1292 a 18 de Marzo de 1314)

Caballeros Fundadores

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Aqui tambien hay cierta controversia con los nombres de los nueve fundadores de la orden, ya que en algunos textos figuran otros nombres que podrían ser tambien fundadores, pero en nuestro caso vamos a coger los que los estudiosos nombran en la mayoria de sus textos.

Otros estudiosos nombran a: Guillermo de Bures, Roberto de Craon y Hugo de Rigaud

Como todo lo que no esta del todo documentado, para unos serán estos, para otros serán otros los fundadores de la Orden del Temple. ¿Quién tiene la verdad?.

Lo que parece que si esta claro es que fueron nueve los caballeros iniciales y que según las crónicas y las averiguaciones de diferentes historiadores, se mantuvieron esos nueve al menos hasta 1125.

Fecha de fundación de la orden del Temple

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El primer problema que se nos plantea a la hora de fechar en nacimiento de la orden de los templarios, es la falta de unanimidad entre los diferentes estudiosos para establecer una fecha exacta de la creación de la orden del Temple:

  • Unos los fechan en 1118 coincidiendo con la coronación de Balduino II y la presentación ante este de los nueve caballeros, ofreciéndose para proteger a los peregrinos que vinieran a tierra santa,
  • Otros en 1119 ya que toman como referencia el viaje de Hugo de Payns a Europa
  • Y otros en 1120, ya que según se cita en numerosos escritos de la época el Concilio de Troyes se celebra 9 años después de la fundación de la orden del temple. Pero también es esta fecha hay controversias ya que como indica en su libro José Luis Corral “Breve Historia de la orden del Temple” dependiendo porque calendario se rijan para poner la fecha nos sale un año u otro, el Concilio de Troyes se celebra el 14 de enero de 1128 (Se convoca el día 13), día de San Hilario, pero se data por el año de la Encarnación, y no por el año del Señor. El año de la Encarnación comienza el 25 de marzo, de manera que el 14 de enero del año de la Encarnación de 1128 corresponde al 14 de enero de 1129 del año del Señor, que es el único cómputo que se utiliza en la actualidad en el calendario gregoriano. Según esto se habría fundado entre el 14 de enero de 1120 y el 13 de enero de 1121

La verdad que de una forma o de otra, aunque no tengamos la fecha exacta se sabe que fue fundada entre 1118 y 1121. Por nueve caballeros de la baja nobleza occidental y que vieron en esta fundación la manera de subir en su escala social.

Lo que si esta claro es que se constituyen legalmente como Orden el el Concilio de Troyes en Enero de 1128, donde le Papa Honorio II, autorizará eclesiásticamente la orden ya en su momneto fundada.

Siendo fundada con el nombre de: «Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón (Pauperes Conmilitones Christi Templique Solomonici), aunque a porteriori pasaron a se conocidos comunmente como: Caballeros Templarios o Caballeros del Temple.

Antecedentes de la creación de la orden Templaria

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El triunfo de la Primera Cruzada propició que en Europa occidental, sobre todo en Francia. Miles de peregrinos estuvieran interesados en ir a Tierra Santa para visitar el sepulcro de Cristo y rezar en los lugares santos cristianos. Muchos de estos peregrinos, eran caballeros de la pequeña nobleza, que vieron en esta peregrinación una oportunidad para poder ascender en la escala social de la época., cosa que en esta época era casi imposible realizarlo en el propio pais ni en Europa.

La avalancha de peregrinos a partir de 1099 hizo necesaria la apertura de casas de acogida y de hospitales donde albergar y curar a tanta gente como llegaba a Jerusalén. Ya antes de la conquista de Jerusalén, se habían abierto algunos establecimientos de este tipo para acoger a los cruzados, como el de los comerciantes de Amalfi o el que se fundó en la iglesia de San Juan para la acogida de peregrinos y enfermos.

Asentadas las conquistas cristianas, el rey Balduino I se dio cuenta de que no sólo era necesaria la construcción de hospitales de peregrinos, sino también  la creación de un sistema de seguridad que mantuviera a salvo a los peregrinos, tanto en su caminar como en su estancia en Tierra Santa. Para cumplir esa misión hacían falta hombres abnegados y conscientes de que debían dedicar toda su vida a la defensa de los peregrinos, y por ello hizo una llamada a la nobleza europea a fin de que dedicara sus esfuerzos a este fin.

Esto hizo que muchos peregrinos y cruzados pasaran a formar parte de esta primera orden que paso a denominarse de los Hospitalarios. Otra de las grandes órdenes religiosas de la época y rivales en todo momento con los Templarios, aunque esta rivalidad no siempre fue positiva. También podemos reseñar que existía otra orden religioso-militar coetánea a estas dos que era la de los Caballeros Teutones, en su inicio denominada: Hermanos de la casa del Hospital de los Alemanes de la Virgen de Jerusalén. Formada principalmente por caballeros alemanes.

En definitiva el nacimiento de estas órdenes religioso-militares vino propiciado por  la nueva situación, sin el movimiento de peregrinos, sin la precariedad política y la impotencia militar del nuevo reino de Jerusalén, difícilmente se habría dado allí el nacimiento de la orden del Temple y del resto de las órdenes.